El Huesca se ha ido a Segunda. Por vez segunda. En un Alcoraz fantasmagórico, esqueleto de una multitud que no alcanza la decena de millar. La gente acompañó al autobús en el día de autos del choque como figurantes de un destino esquivo. La canción del modesto suena como música subacuática.
Mientras Simeone sonríe los oscenses y vallisoletanos lloran. Sólo es fútbol, pero también es vida, y el equipo de tu ciudad es como un pariente o un amigo o una amante. Vendrán otros días, otros cielos, otros goles, pero estos fueron grises, fueron lágrimas, fueron ausencia. El sueño del pequeño llena el cielo de destellos. Las cábalas del vagabundo se van por el sumidero. Es muy grande sentirse pequeño, querer seguir siendo pequeño para auparse, para mirar hacia arriba, para deslumbrarse con la belleza y con la luz, para jugar a ganar pero perder con una sonrisa. Y querer volver a ese sitio que no es para ti, que te ha sido inhóspito, a la crónica del domingo en el telediario gordo. Volver a tentar a esa dama arrogante que te desdeña con un súbito giro de cabeza.Y perder sonriendo, y perder aplaudiendo al que ha sido mejor porque no tenía más remedio. Y felicitar al que ha sido más hábil o ha tenido más suerte.
La historia la escriben los vencedores con las lágrimas de los perdedores que forman el río de la derrota y desemboca en el mar de volver a empezar. Pero perder con una sonrisa es ganar, es empezar a ganar otra vez. El Huesca no rebla, no se rinde, y su gente tampoco. Somos pocos pero seguiremos dando guerra y dando paz y dando la mano y aplaudiendo al que pierde y al que gana, y disfrutando del deporte, de lo mejor del deporte, de la caballerosidad, del respeto, de la lucha en buena lid, de las ciudades que nos acojan y a las que acogeremos, de las aficiones con sueños tan hermosos como los nuestros y que ojalá también tengan algún día la suerte de cumplirlos como nosotros la hemos tenido. Adiós primera, dama engreída y displicente. Volveremos a vernos y terminarás sucumbiendo a nuestros encantos.
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